Desde el inicio de los tiempos el
hombre se ha estado haciendo preguntas, va en su naturaleza, es un ser
trascendente: ¿Quién soy? ¿Adónde voy?
¿Cuál es el sentido de mi vida? Es el origen de la filosofía, el amor a la
sabiduría. La búsqueda de la comprensión del mundo. Interpretarlo en base a lo
que vemos y sentimos.
En la antigüedad clásica el compendio
de los saberes se concentraba en las siete artes liberales: el trivium (gramática, retórica y
dialéctica) y el quadrivium
(aritmética, geometría, astronomía y música). Fueron transmitidas como la
condensación del saber hasta los siglos XII y XIII. En la Edad Media los
conocimientos podían adquirirse en centros públicos – las Universidades- o en
centros privados –la Iglesia-.
Con
la invención de la imprenta la Iglesia pierde protagonismo a favor de las
Universidades, que transmitían y generaban conocimiento y que ha sido su centro
de generación y transmisión de conocimientos en la Edad Moderna, revolución
industrial de por medio.
Pero desde hace un par de decenas de años
el conocimiento está migrando, ya no se genera –al menos mayoritariamente- en
las universidades ni en sus aledaños (reuniones de estudiantes, academias,
residencias) sino que el núcleo generador
de conocimientos e transmisor de los más innovadores está siendo la empresa.
Un
hito lo han marcado las empresas tecnológicas. Cuando comenzó a crearse tecnología informática, los conocimientos que
se iban generando al respecto no provenían de ningún tipo de escuelas sino de
las propias empresas tecnológicas, en las que se adquirían los
conocimientos técnicos necesarios para seguir desarrollándose. Silicon Valley se
convirtió en el lugar donde los mayores expertos del mundo se daban –y se dan- cita,
al amparo de empresas como Apple, Microsoft, Google, Cisco o IBM, para
retroalimentarse entre ellos y emprender nuevos proyectos. Nació entonces un nuevo concepto de empresa y un nuevo concepto de
trabajador.
Otro actor importante en el
cambio ha sido Coca- Cola. Sus depuradas acciones comerciales están respaldadas
por el continuo feedback que generan y analizan. Coca-Cola procesa datos, los estudia y diseña sus actuaciones en base a
ellos. Es una constante búsqueda de respuestas: ¿vendemos? ¿Por qué? ¿A
quién? ¿Dónde? El éxito de esta compañía se estudia en las universidades y
hasta la mujer de Bill Gates habla de lo que podemos aprender de Coca- Cola
para hacer campañas humanitarias. Ya no para rentabilizar un negocio sino para
hacer llegar al mayor número de gente un mensaje claro, motivar para que se
adquieran hábitos saludables y así salvar vidas. En este
vídeo de Ted podéis ver la disertación.
Es
algo parecido lo que ocurre con la Web 2.0 o Web Participativa. De los datos obtenidos de usuarios anónimos
se puede lograr una información valiosísima si se es capaz de analizarla. Vivan los matemáticos y sus algoritmos.
Miremos Facebook, recopilando datos
en principio anodinos sobre todos sus usuarios, cualquier compañía vendería la mitad de su propiedad y su alma, para
tener el privilegio de analizarlos y utilizarlos. Sondeos, encuestas,
cámaras, móviles… estamos monitorizados. Y no por una enfermiza aplicación de
1984, lo que interesa no es nuestra intimidad, sino los datos, porque la obsesión de nuestro tiempo es buscar
patrones para todo, porque los patrones dan respuesta a muchas preguntas y
permiten prever acontecimientos… y no hay nada más valioso para ninguna
empresa que ver dónde va a estar el mercado. El sistema capitalista se basa en
el continuo crecimiento. No vale con vender mucho hoy, tengo que averiguar cómo
voy a vender más mañana. La piedra filosofal
de nuestro tiempo es saber qué producto va a ser un éxito o cómo hacer que lo
sea. Es el conocimiento aplicado: la sabiduría.
Ahora
se habla de la gestión del conocimiento, del valor del conocimiento o de la
importancia de la especialización en una era en la que estamos infoxicados y en la que el verdadero
valor está en asimilar dichos conocimientos y aplicarlos de manera efectiva. Se
habla de pasar de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento,
es decir, pasar de los datos y hechos a la interpretación de los mismos. Pero ¿dónde reside el conocimiento? ¿Cómo se
adquiere? ¿Dónde? En las empresas, que son hoy por hoy las que son capaces de
generar datos, transformarlos en información que se asimila en conocimientos… y
de ahí a la sabiduría sólo hay un paso: el saber aplicarlos adecuadamente.
David MacCandless, un periodista
inglés, ha realizado una ponencia en TED en la que habla de la belleza de los
datos. Propone solucionar el exceso de
información que todos tenemos haciendo visualizaciones de datos que nos
permitan descubrir los patrones y las conexiones importantes que están ocultos,
dándole un nuevo sentido a la información a través del diseño. Él mantiene
que los datos no son el nuevo petróleo, como muchos afirman, sino la nueva
tierra, porque es fértil y permite que la creatividad crezca y se desarrolle
dando frutos. Les invito a ver
la presentación, es sorprendente y divertida. Y todo lo que sabe
MacCandless del mundo del diseño no ha sido aprendido en una escuela, sino que
lo ha aprendido de manera autodidacta.
En el mundo globalizado en el que vivimos cada vez son menos necesarias
las formaciones globales y muchas veces el éxito profesional va más ligado a la
especialización: los conocimientos específicos que requerimos para
desempeñar nuestro puesto de trabajo. Estos conocimientos específicos
difícilmente se pueden obtener en centros de enseñanza generales, como son las
universidades, que se han quedado anclados en un modelo educativo integral que
nos llena la cabeza de datos que no vamos a necesitar para nada en nuestra vida
profesional.
La Universidad no está preparada para
procesar el continuo flujo de datos y de información que hay en el mundo,
generado por las empresas. En ellas se estudian datos consolidados y
estáticos que se quedan obsoletos antes de imprimirse. El mundo cambia
constantemente y la Universidad no tiene los datos del cambio, lo tienen las
empresas.
De
ahí nace el deseo de formación continua de los trabajadores que unido a un
nuevo concepto de responsabilidad social corporativa que centra sus primeros
esfuerzos en “mimar” a los trabajadores para que produzcan más, convencidos de
que un trabajador feliz es lo mejor que una empresa puede tener, han hecho que
proliferen los campus formativos, que
siendo una evolución de los antiguos congresos, ahora se especializan más y
mejor, creando un entorno para el aprendizaje y el brainstorming, además de fortalecer las relaciones personales entre
los trabajadores.
Conscientes
de ello, las grandes empresas del mundo se han propuesto llenar este vacío de
formación específica y, siguiendo un modelo popularizado por las empresas
tecnológicas, ponen a disposición de los trabajadores formación útil y práctica
a sus trabajadores. Las grandes empresas han dejado de requerir de sus
empleados másters y postgrados y se han propuesto hacer eficiente la formación
de sus trabajadores otorgándoles ellas mismas los conocimientos que necesitan
para desempeñar sus labores en la empresa.
En
orden a impartir esta formación están proliferando los cursos intensivos o
campus de formación en los que los trabajadores pasan las 24 horas del día con
colegas de su misma especialidad, recibiendo formación e intercambiando ideas y
experiencias. Ya no se pierde el tiempo
en organizar actividades lúdicas en torno a la formación para hacerla más
atractiva sino que se trabaja con la idea de que la formación y el desarrollo
profesional ya son suficientemente atractivas para los trabajadores. Un
ejemplo de ello es el Campus de la Moraleja de BBVA.
Fecha: 12 de
abril de 2012
Autor: Antonio
Caro
Voicemail: 918 293 215 – Extensión 12
Correo Electrónico: acaro@902112505.com
Autora: M. J.
Córcoles, licenciada en Periodismo por el C. U. Villanueva
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