Cuando
se advierte sobre las potencialidades del vídeo en la formación se parte de la base de que el almacenamiento y la distribución de esos vídeos son
gratuitos. De hecho llevamos más de treinta años escuchando las bondades de los vídeos educativos y no está siendo hasta ahora que se está implantado con
relativa fuerza en las aulas y eso es porque antes los costes, entre otros
factores, no lo permitían.
Entonces ¿Dónde está el valor de
un vídeo educativo? ¿Para qué lo hacemos? ¿Qué ganamos con ello? Además de
la evolución de la educación, adaptando los mensajes y las formas y la
dinamización de la transmisión de conocimientos, logramos dar un valor añadido.
En un mundo en el que los vídeos, su almacenaje y su distribución son gratis, lo que hace que sean rentables es el factor
humano que aporta sus conocimientos y experiencia y elabora un vídeo de calidad
que pertenece a un programa de aprendizaje evaluable. Por eso es esta una
profesión con futuro según el informe Horizont 2010.
El
factor más importante es el de la evaluación: en el futuro podremos acceder a los vídeos formativos gratis, pero
obtener la certificación de los conocimientos que hemos adquirido es lo que
tendremos que pagar. Será como ir a la universidad de oyente, se puede
aprender gratis pero para obtener el título hay que matricularse y pagar las
tasas de los exámenes.
De este
modo podemos decir que los vídeos son gratis y abundan pero lo que escasea son los profesionales de la
educación capacitados para elaborar vídeos educativos y para evaluar los
conocimientos que viéndolos se hayan podido adquirir. Y donde reside la
escasez residen las oportunidades de negocios.
En
realidad los libros, la letra impresa, sólo tienen 500 años de historia. Si lo
pensamos bien, los vídeos no hacen más
que volver a la forma tradicional de transmisión, el cara a cara, solo que
rompe con las limitaciones de la distribución. A lo largo de toda la historia de
la humanidad el conocimiento se ha transmitido mediante disertaciones, no
mediante pergaminos. De
hecho en las propias aulas educativas la mayor parte del aprendizaje se realiza a
través de la escucha de la disertación del maestro. Los libros sólo son para
estudiar, para fijar los conocimientos, pero para entender y para aprender
escuchamos y vemos, no leemos.
Los vídeos educativos no se venderán, serán
gratis, lo que se venderá será el servicio de evaluación del aprendizaje
obtenido.
El invento del vídeo ha tenido una implantación mucho más rápida que la imprenta debido a los costes de distribución y almacenamiento. Se podría decir que, aunque la invención de la escritura
tiene ya algunos miles de años, en sentido práctico no lleva más de 100 años –y
tiramos muy por lo alto- siendo el vehículo habitual de transmisión de
conocimientos frente a los miles de años que lleva perfeccionándose la
comunicación cara a cara.
El
lenguaje impreso o simplemente escrito –y visualizado posteriormente en una
pantalla- se pierde los elementos verbales y no verbales de la comunicación que ayudan no
sólo a la comprensión del mensaje sino que establecen relaciones entre el orador
y el receptor que estimula a ambos a una comunicación interactiva. Aunque sólo
sea por medio de gestos y muchas veces inconscientes, podemos transmitir al
orador nuestro grado de atención y/o comprensión del discurso y el orador puede
transmitirnos la pasión que en el receptor se transforma en deseo de conocer.
Con los vídeos se pierde lo que
transmitimos al orador, o esto se hace de manera diferida escribiendo
comentarios sobre lo que vemos, pero la
transmisión del orador sigue siendo mucho más completa que la de la letra
impresa: sus gestos, su personalidad y su pasión nos ayudan a una mejor
comprensión del mensaje y si la disertación ha sido grabada con público
presente –como ocurre en los vídeos de Ted-, también las reacciones del público
nos ayudarán a una mejor comprensión.
Fecha: 22 de
marzo de 2012
Autor: Antonio
Caro
Voicemail: 918 293 215 – Extensión 12
Correo Electrónico:
acaro@902112505.com
Autora: M. J.
Córcoles, licenciada en Periodismo por el C. U. Villanueva
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