Siempre
he trabajado como profesor, dictando varios cursos, como Gramática, Literatura,
Historia, etc., y siempre, en el mejor momento de la clase, cuando tengo la
atención de todos mis alumnos (que es difícil lograrla) y en el clímax del tema
dictado, aparece la infame premisa: “Profesor, lo busca la mamá de un alumno”.
Suelo responder: “Dígale que estoy ocupado haciendo mi clase”, que es
contestado por un “Es que no tiene otro momento para poder hablar con usted”. Y
debo bajar.
Mis
alumnos se enfadan a mi regreso. “Profesor, justo cuando estábamos en la mejor
historia de la clase”, “No vale que venga una mamá y nos corte lo mejor de
‘Bodas de Sangre’. No es justo”. Y yo, simplemente, debo agachar la cabeza. Ya
perdí: perdí la concentración de mis alumnos (que tanto me había costado
lograr), perdí el hilo de la clase y, sobre todo, perdí momentos de compartir
conocimientos con mis alumnos queridos.